Las start-ups neoyorquinas han optado por centrarse en resolver problemas concretos de la vida cotidiana y están caracterizadas por una mentalidad más empresarial. Muchos de estos emprendedores vienen de diversos ámbitos no tecnológicos, y aplican su experiencia a problemas específicos. La diversidad que ofrece la ciudad tanto a nivel personal como de industrias (moda, finanzas, publicidad, medios de comunicación...) es una de las ventajas a la hora de atraer nuevos talentos y lograr financiación. De hecho, Nueva York es la única de las grandes ciudades estadounidenses donde los acuerdos de capital riesgo han crecido, concretamente un 32% desde 2007.
ShopMine, una de estas start-up, analiza las cuentas de Pinterest y ayuda a los usuarios a elegir amigos para intercambiar servicios y recomendaciones sobre productos. En la misma calle donde está ubicada, en la zona de Soho, se encuentra Spark Capital, una empresa de capital de riesgo que afirma haber invertido en firmas locales con objetivos muy concretos, como 1stDibs, un mercado en línea para antigüedades, o la conocida web de venta de gafas Warby Parker. Aseguran que uno de los rasgos de este sector neoyorquino radica en explotar al máximo las innovaciones tecnológicas, pero sin dejar que éstas se conviertan en el objetivo.
Sin embargo, no todos comparten esta opinión. Aún son muchos los que aseguran que Silicon Valley es menos competitivo que Nueva York, pero más ambicioso, de forma que estas start-up no tendrán gran influencia en la sociedad, mientras que las empresas de la Costa Oeste siguen siendo las que cambian la forma en que pensamos acerca de la tecnología, las que acogen a los soñadores que logran un cambio de paradigma.